Una mujer se prende fuego dentro de un cajero automático ante la mirada displicente, e incluso gozosa, de otra mujer. Este es el comienzo inolvidable de La señorita Porcel. A partir de aquí se irá desandando el camino, trazando los hechos que desembocan en esa noche fatídica. Y sobre todo, replantea el vínculo entre víctima y victimario: ¿dónde comienza la violencia, en lo simbólico o en lo real? Escena tras escena, Esther Cross irá tallando un bajorrelieve de las clase alta argentina, sus odios, sus códigos, sus mandatos. Y entre el champán y el poder, nuestra heroína llena de rencor y resentimiento viene a hacer, nada más y nada menos, un poco de justicia poética. La única que importa.
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Una mujer se prende fuego dentro de un cajero automático ante la mirada displicente, e incluso gozosa, de otra mujer. Este es el comienzo inolvidable de La señorita Porcel. A partir de aquí se irá desandando el camino, trazando los hechos que desembocan en esa noche fatídica. Y sobre todo, replantea el vínculo entre víctima y victimario: ¿dónde comienza la violencia, en lo simbólico o en lo real? Escena tras escena, Esther Cross irá tallando un bajorrelieve de las clase alta argentina, sus odios, sus códigos, sus mandatos. Y entre el champán y el poder, nuestra heroína llena de rencor y resentimiento viene a hacer, nada más y nada menos, un poco de justicia poética. La única que importa.
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