Cer dos es ser uno. Y es ser otro. Pero también es uno mismo. Y si cada cerdo es yo y es otro, cer dos es multiplicarse. En el chiquero -donde beben, cagan, cogen, aborrecen y permanecen- se multiplican los cerdos. Cer dos es ser piara. Un colectivo. Y ser tantos, es ser nada. Por eso cer dos es el hastío, el vacío, o un universo de barro y heces. De la propia mierda de los otros. De los otros que somos nosotros. Cer dos es un libro. Por ahora, uno. Podría multiplicarse. O ya lo hizo. Es una escritura. La escritura de una piara o muchas escrituras. Porque quien lea esto también lo habrá escrito, dice, como una maldición. Las voces migran: se prestan o se roban. Pero no pertenecen. Por eso los cer dos no tienen nombres ni pronombres, tienen especie. No quieren un lugar en la literatura: usurparon el formato de la literatura y colocaron de prepo sus excrementos al lado de las joyas más reputadas y las más famosas luminarias. Aborrecen de todo, hasta de las librerías. Y de la gente, sobre todo. Pero intervienen. Los cer dos maldicen pero no son malditos: son inmundos e intervienen en este, el inmundo mundo de los libros. Este libro es una intervención, una operación. La aventura de un hato de anónimos no malditos: inmundos.
Cer dos es ser uno. Y es ser otro. Pero también es uno mismo. Y si cada cerdo es yo y es otro, cer dos es multiplicarse. En el chiquero -donde beben, cagan, cogen, aborrecen y permanecen- se multiplican los cerdos. Cer dos es ser piara. Un colectivo. Y ser tantos, es ser nada. Por eso cer dos es el hastío, el vacío, o un universo de barro y heces. De la propia mierda de los otros. De los otros que somos nosotros. Cer dos es un libro. Por ahora, uno. Podría multiplicarse. O ya lo hizo. Es una escritura. La escritura de una piara o muchas escrituras. Porque quien lea esto también lo habrá escrito, dice, como una maldición. Las voces migran: se prestan o se roban. Pero no pertenecen. Por eso los cer dos no tienen nombres ni pronombres, tienen especie. No quieren un lugar en la literatura: usurparon el formato de la literatura y colocaron de prepo sus excrementos al lado de las joyas más reputadas y las más famosas luminarias. Aborrecen de todo, hasta de las librerías. Y de la gente, sobre todo. Pero intervienen. Los cer dos maldicen pero no son malditos: son inmundos e intervienen en este, el inmundo mundo de los libros. Este libro es una intervención, una operación. La aventura de un hato de anónimos no malditos: inmundos.