Hace apenas una semana que Pablo vive en el pueblo de Facu. Al principio, la idea de mudarse no le había gustado nada. Si hubiéramos podido espiar la cabeza de Pablo el día en que se enteró de la noticia, hubiéramos visto que, cuando su papá le dijo que el pueblo era chico, Pablo se imaginó tres casas, nada más. No se imaginó los caminos larguísimos para andar en bicicleta, ni la superplaza, ni los loros, ni los tordos, ni las tijeretas en los árboles, ni todas las sorpresas que lo esperarían allí.
Hace apenas una semana que Pablo vive en el pueblo de Facu. Al principio, la idea de mudarse no le había gustado nada. Si hubiéramos podido espiar la cabeza de Pablo el día en que se enteró de la noticia, hubiéramos visto que, cuando su papá le dijo que el pueblo era chico, Pablo se imaginó tres casas, nada más. No se imaginó los caminos larguísimos para andar en bicicleta, ni la superplaza, ni los loros, ni los tordos, ni las tijeretas en los árboles, ni todas las sorpresas que lo esperarían allí.